El cambio climático y el medio ambiente son temas de actualidad y gran relevancia a nivel global. Pasaron de ser un constante reclamo general de científicos y organizaciones sociales, a considerarse una prioridad actual y parte indispensable de las agendas política, económica y empresarial de la mayoría de gobiernos.

Este auge provocó que diversos países se unieran en el “Acuerdo de París de 2015”. En este se plantea trabajar desde el 2020 en hacer realidad una transición energética y establecer cimientos para una económica totalmente descarbonizada de cara al 2030.

 

 Descarbonizacón

 

La UE ha asumido un papel de liderazgo y un gran compromiso en esta lucha. A través del protocolo de Kioto, esta región fijó ciertos objetivos históricos:

  • Enfrentar el cambio climático a través de una acción en conjunta internacional para la reducción en un 20% de las emisiones de gases con efecto invernadero.
  • Permitir que los ecosistemas puedan adaptarse al cambio climático de forma totalmente natural.

Según un reporte presentado por el Consejo Europeo, estos objetivos se han cumplido con creces, y además pronostican que para el año 2030 las emisiones de CO2 se reduzcan en un 40%:

“La UE ha podido superar estos objetivos. Para 2018, las emisiones de gases de efecto invernadero se habían reducido en un 23 % en total, tres puntos por encima del objetivo inicial que era de unos 20 %”

 

Estabilización para la próxima década

 

Objetivos descarbonización

 

Siendo muy optimistas y con los objetivos previos cumplidos, este año arrancó una década con objetivos totalmente renovados. Es un largo camino que tendrá la mirada puesta en el año 2030 y 2050. La UE tiene previsto reducir las emisiones de CO2 un 40% más para los próximos 10 años, así como también aumentar en un 32% las cuotas de energías renovables.

Además, se ha empezado a trabajar en el nuevo proyecto denominado “El Pacto Verde”, su objetivo es alcanzar una economía totalmente descarbonizada con una estrategia energética que se centre 100% en las renovables para el año 2050.

 

España también piensa en la próxima década 

 

¿Cómo formaría parte España en este gran cambio? Según el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) recibido por la comisión europea el pasado febrero del 2020, se establece una ruta muy clara en la política energética para los próximos 10 años. Según Alberto Martin, responsable en España del sector Energía y Recursos Naturales de KPMG:

“España ya cuenta con un gran nivel de descarbonización en la actualidad, por lo cual se vería perfectamente integrada a esta nueva estrategia europea”.

Al analizar el PNIEC, se puede observar cómo las renovables se convertirán en el pilar fundamental de la descarbonización global. Y considerando que la situación geográfica de España favorece considerablemente su producción e implementación, debido al gran nivel de sol, viento y vastas extensiones de terrenos poco habitados en el interior de la península, se concluye que este país se encuentra altamente preparado para incrementar el uso de las energías verdes.

Por otra parte, un 35% de la energía eléctrica española es generada a través de las renovables. Y esta cuota incrementará poco a poco, hasta representar el 35% de la energía total consumida y el 70% del sistema eléctrico para el 2030.

El PNIEC procura instalar al menos 3000 MW renovables al año. Por esto y más, España tiene el gran potencial de ser uno de los protagonistas clave en este gran proceso de descarbonización y dependencia renovable por el que tanto se viene luchando en los últimos años.

Los retos de cara a la descarbonización

En el camino hacia toda transición siempre existirán retos a enfrentar y superar para lograr los objetivos. Según Rory McCarthy, analista principal de almacenamiento de energía, para lograr una descarbonización absoluta se deben trabajar en estos 4 desafíos:

 

1.      La economía del Hidrógeno llegó, pero aún se basa en los hidrocarburos

 

Hidrógeno verde

 

El hidrógeno es un elemento muy relevante y prometedor en el camino de la transición energética. Hoy en día es muy usado como combustible de complementación, en producción de energía o como desplazador de otros sectores que son muy difíciles de descarbonizar, como el del calor industrial.

Técnicamente se producen más de 100 millones de toneladas anualmente a nivel mundial. A pesar de esto, actualmente un 99,6% de esa producción proviene de fuentes intensivas de carbono. El hidrógeno gris, generado a través de la reforma del gas natural, constituye la mayor parte. Seguidamente está el hidrógeno marrón, proveniente de los gases del carbono.

El hidrógeno verde y azul, adquirido a partir de las tecnologías bajas y limpias (no poseen carbono), actualmente representan una minúscula parte. Sin duda, al hidrógeno aún le queda un camino largo por recorrer y poder cumplir con todas las expectativas.

 

2.      La producción de hidrógeno verde es aún incipiente

 

El mercado del hidrógeno verde (HV) está lleno de productores con volúmenes pequeños y débiles. Incluso estos, no empezaron a surgir hasta el año 2017, cuando se estableció el Consejo Del Hidrógeno. Hasta ahora, ningún país ha mostradoun gran compromiso por invertir en este potencial elemento. 

Si hablamos de la oferta y la demanda, el mercado del hidrógeno aún no está listo para cumplir con los objetivos establecidos en el “Pacto Verde” y otras estrategias regionales. Pero eso no quiere decir que el hidrógeno verde no sea una parte importante de la solución.

Según la cartera de proyectos realizada por McCarthy, se verá un claro crecimiento exponencial de la capacidad instalada de este elemento de cara al 2040. Distintos sectores de uso final y de distribución geográfica muestran que el hidrógeno verde irá tomando un impulso de corto a medio plazo. Pero para conseguir una transición energética absoluta, será necesario una gran inversión y un apoyo político más firme y directo.

 

3.      Descarbonización del consumo energético a través de la electrificación

 

Electrificación

 

La generación eléctrica es uno de los sectores que más emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) produce. Lograr un sistema eléctrico 100% descarbonizado o renovable sería un importante avance, pero permitiría disminuir tan solo un 13,5% las emisiones totales.

A pesar de esto, el rol de la generación eléctrica sigue siendo el eje central, ya que es la base en donde se empezará a construir la descarbonización total de todo el sistema energético. Por eso, es imprescindible que nuestros consumos de energía sean descarbonizados, y para ello hay dos vías fundamentales:

  • Reemplazar el consumo directo de combustibles fósiles por electricidad. Por ejemplo, sustituir todos los coches de combustión por coches eléctricos, o cambiar las calderas de gasóleo o gas por bombas de calor que funcionen con alguna fuente de energía renovable (eólica, solar o térmica).
  • De no contar con alternativas electrificadas que sean económicamente viables, la segunda vía sería, la generación de gases renovables (o combustibles) que puedan sustituir a los combustibles fósiles. Algunos de estos se pueden generar a través de procesos naturales, como el biometano. Pero estos gases se obtienen principalmente con electricidad de origen renovable (como el Hidrógeno verde). Terminaría siendo una electrificación indirecta.

Finalmente, para descarbonizar el resto de los sectores se tendrá que aumentar drásticamente la generación eléctrica. Además, se necesitará aumentar de manera muy superior a la actual la capacidad de generación en renovables durante las próximas décadas para que esta energía llegue a sectores que actualmente no se encuentran electrificados ni directa ni indirectamente.

Para ello no solo no basta con producir electricidad, implantar tecnologías e infraestructuras adecuadas que ayuden a incentivar este cambio. Se necesita que la electrificación sea económicamente viable y que el precio de la electricidad sea altamente competitivo frente a los combustibles fósiles.

 

4.      Los metales: fundamentales para inhibir la transición energética sin altas inversiones

 

Existen 5 metales claves para la transición energética: cobre, aluminio, litio cobalto y níquel. Son recursos esenciales presentes en los vehículos eléctricos, en el almacenamiento de baterías, en la generación de energía eólica y solar, y en la transmisión eléctrica. Si no se cuenta con un suministro económico, confiable y sostenible en el tiempo de estos metales, el ritmo de dicha transición se ralentizará profundamente.

La demanda de metales se verá disparada durante las próximas dos décadas. Cubrir las necesidades básicas de estos materiales, encontrar a los inversores adecuados y la explotación de nuevos yacimientos, se vuelve año a año más compleja a medida que aumentan los riesgos en la superficie. Esta es solo una parte del reto de la transición energética para la industria de la minería y metales.

Además, se necesitan alrededor de un billón de dólares de inversión para su producción en masa e implementación. Y esto representaría casi el doble de inversión con respecto a los 15 años anteriores. Por ello, será más que relevante realizar cambios profundos en las tecnologías de las fuentes de energía y en las mineras. Productores y gobiernos deben trabajar en conjunto para encontrar la manera más viable de superar dichas barreras para poder seguir avanzando.

 

Posiblemente, España y el resto del mundo lograrán descarbonizar sus sistemas de generación eléctrica en el futuro. Si se trabaja en conjunto y con estrategias sólidas, se alcanzarán porcentajes que superarán ampliamente a los actuales en la generación de energías renovables.

Pero eso es solo el inicio de un largo camino. El verdadero desafío de la “descarbonización global” no se encuentra solo allí, sino también en avanzar en aquellos sectores donde es mucho más complicado por cuestiones infraestructurales y económicas.

Con las nuevas tecnologías competitivas que existen en los mercados se puede avanzar, por ejemplo, en la climatización de los sectores comerciales, residenciales e institucionales o en el transporte ligero. Aunque aún se necesita mucha madurez tecnológica para progresar en la industria o en el transporte a larga distancia, con investigación, tiempo e innovación se lograrán buenos avances.

Por eso es sumamente importante trabajar en todos los terrenos al mismo tiempo si se desea cumplir con los objetivos de 0 emisiones de carbono para el 2050.

 

 

 

Alejandro Betancourt